EL MAESTRO Y EL ESCORPIÓN










Un maestro que vio cómo un escorpión se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, este le picó.

Al sentir el dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: "Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?".

El maestro respondió: "La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar". Y entonces, ayudándose de una hoja el maestro sacó al animal del agua y le salvó la vida.


No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; solo toma precauciones.

VALIENTE




VALIENTE


Maestro, ¿valiente es el que le pone el pecho a los tiros? 

No hijo, ese es un estúpido. 

Valiente es el que hace lo correcto, el que se entrena y mantiene sus destrezas y su estado físico, el que piensa claramente  y mantiene a raya sus miedos, el que no siente que depende de algo o alguien, el que no se ata a nada o nadie, el que mantiene una distancia emocional y mental con su entorno. 

Ese es un valiente. 


Cuento Zen recopilación de Mariano Merino

EL JOVEN Y EL SABIO





Un joven fue a ver un sabio cierto día y le preguntó: señor, ¿ qué debo hacer para convertirme en un sabio? El sabio no contestó.

El joven, después de haber repetido su pregunta cierto número de veces con parecido resultado, lo dejó y volvió al siguiente día con la misma demanda. No obtuvo tampoco contestación alguna, y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta: señor, ¿ qué debo hacer para convertirme en un sabio?

Finalmente el sabio lo atendió y se dirigió a un río que por allí corría. Entro en el agua llevando al joven de la mano. Cuando alcanzaron cierta profundidad, el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, a pesar de sus esfuerzos para desasirse de él. Al fin lo dejó salir, y cuando el joven hubo recuperado el aliento, el sabio interrogó:

- Hijo mío, cuando estabas bajo el agua, ¿ que era lo que más
deseabas?

Sin vacilar contestó el joven : aire, quería aire.

¿No hubieras preferido mejor riquezas, placeres, poder o amor? ¿No pensaste en ninguna de esas cosas?

- No señor, deseaba aire y solo pensaba en el aire que me faltaba - fue la inmediata respuesta.

Entonces - dijo el sabio - , para convertirte en un sabio debes desear la sabiduría con la misma intensidad conque deseabas el aire. Debes luchar por ella y excluir todo otro fin de tu vida.

Debe ser tu sola y única aspiración, día y noche.
Si buscas la sabiduría con ese fervor, seguramente te convertirás en un sabio.



EL NIÑO QUE NO SABIA REIR

EL NIÑO QUE NO SABIA REIR



Pu Tai llevaba una larga hora caminandobajo el sol de la tarde, cuando oyó una voz a sus espaldas.

- ¡Espera, espera un momento!- le grito un aldeano de Chie- tengo que preguntarte algo.

- Tu dirás.

- ¿Es malo que un niño de seis años no haya reído nunca?

El hombre del saco de tela lo miró extrañado.

- Se trata de mi sobrino, el hijo de mi hermana Peonía Roja.

- ¿ Qué le sucede?

- Es incapaz de esbozar lo menor sonrisay mucho menos de reír, y sin embargo no parece que esté enfermo.

- Algún punto habrá por el que se pueda entrar a su corazón.-contestó Pu Tai pensativo.

- Lo hemos intentado todo, parientes y médicos, pero su pétrea expresión no se ha movidoni el grosor de un dedo hacia el placer de sonreír.

Pu Tai decidió visitar al niño, y acompañó al hombre a la casa de Peonía Roja, la cual quedaba en el camino de los vientos. Al ver al chico y palparle los pulsos comprendió que se hallaba escaso de afecto. Su madre tenía otros hijos a los que atender, era viuda y vivía de lo que le daban un miserable huerto y una vaca de expreción estúpida.

Pu Tai aceptó un agrio té de camelias blancas, mordió un par de galletas rancias, suspiró, dio unas cuantas vueltas, hizo sonar su vientre como un tambory finalmente le dio un intenso, cariñoso abrazo al niño cuyo silencio superaba al de los leños abandonados.

Peonía Roja y su hermano observaban expectantes. Por tres veces repitió Pu Tai el abrazo, aumentando cada vez, con precisos jadeos, la temperatura de su cuerpo. Cuando parecia que no iba a ocurrir nada, el niño comenzó a parpadear y parpadear, despertando del sueño de su apatía, emergiendo como una mariposa la crisálida de su indiferencia.

A continuación, miró a cada uno de los allí presentes y mostró todas las sonrisas acumuladas durante añosen una sonora expanción de labios felices.

- ¿ Qué le has hecho? -preguntó la madre, Peonía Roja, que no cabía en si de gozo.

- En el abrazo, nuestros oídos escuchan lo que no se dice -respondió Pu Tai

EL MUNDO DE LA RISA --- CUENTO ZEN



El mundo de la risa, cuento Zen



"El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad. Primero, les dijo, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años. Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada. Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mí de egoísmo. Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte. ¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda? le preguntaron. No, respondió el Maestro..., un día dijo Dios: Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al corazón del propio Dios...Y fui conducido al País de la Risa."

Autor desconocido. Relato publicado en la recopilación de Historias Zen, de Taisen Deshimar